A continuación, os presento el relato corto que escribí para participar en el II Concurso de Relatos Románticos que convocó Ediciones Embrujo, para el 14 de Febrero de 2022, Día de San Valentín.
Las botas de Julie
Amanece en la bella Andorra y Julie, se despereza entre las cálidas sábanas de la
inmensa cama de su habitación. Se aloja en un precioso hotel, en el centro de la ciudad,
donde planea pasar unas magníficas vacaciones en pareja.
Habrá tiempo para todo, pensaba ella: esquí, senderismo, sauna, shopping, cena
romántica… En fin, los idílicos planes que se suelen organizar para desconectar de la tan
temida monotonía. Nada hacía pensar a Julie, que este viaje iba a suponer el comienzo de
su nuevo futuro.
Tras darse una relajante ducha, y sabiendo que dispone de días por delante para
descubrir la ciudad, Julie se prepara para disfrutar de un, muy apetecible,
desayuno en la habitación. Ella había llegado la tarde anterior y había solicitado
con antelación que le subiesen su merecido festín a la hora acordada. Café recién hecho,
sabrosísimo zumo de naranja, un plato con fruta variada y algún que otro dulce, eran las
delicias que la esperaban en la bandeja plateada.
Entre bocado y bocado, el móvil, olvidado en algún rincón, no deja de recibir
mensajes. Tras la insistencia de su emisor, Julie decide seguir el sonido y buscar el
dichoso aparato. Le están interrumpiendo su momento, y como siempre, piensa ella, será
cualquier chorrada de uno de sus múltiples grupos de amigos.
Es Fred, su novio. Ella imagina que le está escribiendo para avisar de su llegada, de
un momento a otro, ya que él se encontraba de viaje de trabajo en España, y se verían en
el hotel. Tras su estancia en Andorra, volverían juntos a Francia. Pero el texto no traía
buenas noticias, Fred decía que le era imposible reunirse con ella hasta pasados varios
días. Sus reuniones se habían complicado y unas vacaciones, en estos momentos eran lo
que menos necesitaba.
Inmediatamente Julie, muy enfadada, intenta hablar con Fred, pero este no
atiende su llamada y segundos después, apaga el móvil. Julie no lo puede creer, tiene
pagada la estancia en un hotel genial, en una ciudad donde no conoce a nadie. Con miles
de planes por hacer y sin compañía con quien disfrutarlos. Por momentos, la ducha y el
desayuno han perdido su efecto tranquilizante, y la chica no hace más que pensar en hacer
sus maletas para coger el primer tren a casa.
Minutos después, Julie recapacita. Decide salir a pasear un rato y despejar su caótica
cabeza. No quiere tomar decisiones precipitadas, puede que Fred le devuelva la llamada
y todo haya sido un malentendido. Realiza una llamada a su mejor amiga Clodette, y ésta
le aconseja esperar y comenzar a disfrutar de su estancia, hasta poder aclarar la situación
con su novio. A continuación, Julie también telefonea a su madre, a la que no comenta
nada de la situación, y cargada de energía renovada, emprende un largo paseo por las
calles de la fastuosa ciudad.
Hay tanto por visitar. ¿Qué haría primero? Indecisa, mira a su alrededor hasta
vislumbrar un centro comercial muy cerca del hotel. Un escaparate ha llamado su
atención. Y, puesto que no tiene nada mejor que hacer, dará rienda suelta a sus caprichos
y sucumbirá a la llamada de las compras, recurso aceptablemente válido, en un momento
de bajón emocional.
La chica entra en el negocio y recorre los distintos pasillos, observando la gran
variedad de artículos perfectamente organizados. Se detiene en la ropa de nieve y cae en la cuenta de que no tiene traje de esquí. Obviamente, estando en el enclave en el que
se encuentra alojada, no puede abandonar el lugar sin esquiar. En esos momentos, se
acerca a ella un joven que le sugiere un modelo concreto de botas, las cuales son ideales
para la práctica de ese deporte. Julie se gira risueña y le hace saber, que no tiene mucha
experiencia en la nieve pero que acepta su consejo y pensará que hacer.
Es agradable hablar con alguien, aunque sea unos momentos y de algo tan
insignificante para ella como el calzado de esquí. Avanza un poco más, va de una tienda
a otra, carga varias bolsas en su brazo y finalmente, sin ser muy consciente del tiempo
que lleva en la calle, emprende el camino de vuelta al hotel.
Es hora de almorzar y bajar al restaurante, no sin sentirse algo incómoda por no estar
allí con Fred, pero evidentemente la naturaleza hace su llamada, y Julie está hambrienta.
Llegando al segundo plato, el teléfono vuelve a interrumpir… es Fred. Le ha devuelto la
llamada para explicarle que está pasando una situación difícil, que no sabe cómo
explicarlo, que hace tiempo que no se siente igual, que ha empezado a dejar de verla como
antes, y un largo etcétera que termina con la relación rota, Julie llorando y una quincena
delante en la que asimilar lo que está viviendo.
Otra vez le han arruinado su momento. Y lo extraño es que, no le resulta tan inesperado
ni doloroso como hubiese sido lo “normal” en esta situación. Tras una larga y amarga
sobremesa, sube decidida a reorganizar su agenda. Ahora los planes ya no son para dos,
y no por ello van a dejar de ser menos interesantes.
Julie pasa la tarde buscando información del encantador lugar en que se encuentra, y
en un abrir y cerras de ojos, ya es otro día y su nueva realidad la espera. Lista, se encamina
a la estación de esquí de Grandvalira, donde pretende pasar una jornada cuando menos,
diferente. En el trayecto de autobús, una cara le resulta familiar. No le da importancia,
quizá sea algún huésped del hotel.
Ya en la puerta de salida, una voz se dirige a ella y con un tono simpático le pregunta
si finalmente compró las botas. Comienzan así una amena conversación que se alargará
por horas. El viaje de Julie no ha hecho más que comenzar, y su nuevo calzado, marcará
para siempre la trayectoria de su destino.
Años después, allí está Julie, alojada en el mismo hotel, pero sin ser la misma persona.
Su vida dio un giro inesperado en el momento en el que Sebastien, ese joven encantador,
hizo que sus primeras vacaciones en Andorra fuesen las mejores de su vida.
Hoy celebran su quinto aniversario juntos y como no, la nieve es la gran protagonista
de su historia. Julie está feliz, radiante y luce orgullosa sus maravillosas botas, esas que
le abrieron el camino a su gran historia de amor.
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