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martes, 13 de julio de 2021

Mi alegato


Todavía hoy, en pleno siglo XXI, cuando leo según qué tipo de textos, me cuestiono muchas cosas. Sin duda, me alegra conservar todavía la capacidad de asombro y de emoción, ante unas líneas impresas en un papel. No cabe duda de que la lectura y la escritura son para mí, un pilar básico en la vida. Ojalá sepa transmitir ese amor por las letras, no solo a mis hijas, sino a quien tenga el tiempo y las ganas de acercarse a leer lo que escudriña mi cabeza.

Mantengo la fe en el lápiz y el papel, ya que evocan en mí la nostalgia, quizá de no haber nacido en otra época. No obstante, soy consciente que de haber sido así, mis palabras no verían la luz, debido a mi género y probablemente también a mi posición económica.


Confieso que he llorado muchas veces leyendo varios libros, y agradezco poder seguir haciéndolo. De no ser así, habré perdido el amor por las letras, y no estoy dispuesta a permitirlo. Puedo renunciar si es necesario al amor espiritual o romántico hacia otra persona, tal vez incluso lo haya hecho en alguna ocasión. Pero no concibo vivir sin leer, como no concibo leer sin pasión, sin las ansias de saber más, pero con el recelo de ir demasiado aprisa y perder la esencia en el camino.

Con los libros me he enamorado, he reído, sufrido y hasta enfadado. He llegado al punto de castigar a alguno en un rincón. No muy lejos, para más adelante, y con otra perspectiva, volver a abrazarlo y sumergirme en su historia, eso sí, con menos cicatrices propias o, al menos con algunas ya curadas.

Y es que no se lee igual una poesía de amor, cuando se está rota de dolor por un amor perdido, que cuando este te corresponde. Ni se interpreta igual la trágica perdida de un personaje, cuando la muerte ha hecho mella en tu entorno recientemente.

Obviamente, estoy muy lejos de leer todo cuando quisiera, entonces no podría hacer otra cosa y he de vivir una vida real. Una vida en la que ame, sufra, sueñe, llore y ría por motivos y personas que me rodean y conforman mi ecosistema.

Aun así, nunca dejaré de sentir ese cosquilleo en el estómago, ni dejaré de poner cara de alegría, de "niña con zapatos nuevos", cuando llega a mis manos, de una manera u otra, un nuevo libro. Una nueva oportunidad de darle vida e interpretación a esas letras plasmadas en el papel.

Igualmente, me seguirá emocionando ver una hoja en blanco. Tener a mi alcance la osadía y el entusiasmo a la vez, de crear, de expresarme. De ser mi yo más íntimo, aflorando en cada suspiro con forma de palabra impresa.

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