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sábado, 9 de octubre de 2021

La joven anciana

 


     Escribí este poema en el verano de 2020, en plena pandemia por el COVID-19, tratando de evadirme y dejar atrás las rutinas propias del momento. Quise optar por tratar de forma irónica, incluso algo cómica, la manera en que nos afecta el paso del tiempo, dependiendo de la etapa de la vida en la que nos encontremos. Y cómo pueden darse varias interpretaciones a una misma situación, influenciadas inconscientemente por la visión que en ese momento percibimos de la realidad. 


LA JOVEN ANCIANA

Entró de buena mañana

una anciana en un salón,

póngame guapa al instante

que tengo una cita elegante

con un joven cincuentón.

 

La muchacha muy perpleja

no entendía que la vieja,

a su edad y con sus canas

muriese de tantas ganas

de encontrar una pareja.

 

Es un galán muy apuesto

y además respetuoso.

Decía la abuela encantada,

mientras la otra peinaba

el cabello estropajoso.

 

Que alegría que a su edad

y con todo lo pasado,

tenga usted la valentía

de intentar pasar el día

con un joven a su lado.

 

Pero qué dices chiquilla

yo por dentro tengo treinta

y aunque tú veas ochenta,

mi alma nunca caduca,

es la piel la que aparenta.

 

Y ataviada con su moño

muy coqueta y arreglada,

sale la vieja en camino

de su azaroso destino…

En el parque la esperaba.

 

Conversaron largo rato

de la vida y sus azares,

de los años ya vividos,

algún sueño compartido

y de visitar lugares.

 

Por la tarde la señora,

encontrose con la chica.

Se veía tan ansiosa,

del reloj muy dependiente,

de la hora recelosa.

 

Qué me dices de lo tuyo

aquí estás echando ascuas

y a la vez muerta de frío,

mientras yo pasaba el día

con ese gran hijo mío.

 

Fuiste tú quien entendiste

lo que tú sola quisiste.

Pues la causa de mi encuentro

no dije en ningún momento,

que se tratase de un ligue.

 

Acompáñame querida

a lo largo de la calle,

te explicaré que en la vida

no se juzga de primeras

ni se cree que se sabe.

 

Tendrás que dejar al tiempo

que corra sin un atajo,

será su mella el reflejo,

en nuestro frágil pellejo

que hace bien su trabajo.

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